Cuando durante la pasada campaña electoral algunos compañeros se acercaron a mí para preguntarme si nos comprometíamos, en caso de ganar, a terminar las obras de la Escuela Superior de Tecnología e Ingeniería, yo lo único que puede contestarles es que intentaríamos que fuera lo antes posible. Ojalá les hubiera podido decir otra cosa.
Primero, porque la historia de este edificio viene de tan lejos que los veteranos del lugar declaran que cuando ellos empezaron su carrera profesional ya bromeaban con que verían acabado el edificio para cuando se fueran a jubilar. Y lo cierto es que ahora mismo cualquiera diría, frente a todo pronóstico, que es posible que así ocurra.
Segundo, porque gran parte de la obra que queda por concluir es de despachos, que seguramente serían ocupados por los profesores que tenemos docencia en el área de ingeniería. Y cualquiera que observe las condiciones de trabajo de los 8 profesores a tiempo completo de mi departamento que compartimos espacio de trabajo con alrededor de otros 10 compañeros —entre tiempos parciales, contratados por proyectos de investigación, becarios y estudiantes de doctorado— se dará cuenta rápidamente del motivo por el que estamos deseando echarle el guante a esos nuevos espacios.
Y tercero, porque si hubiéramos prometido tal cosa puede que hubiéramos ganado un puñado de votos más.
Lamentablemente, la realidad es tozuda. Como los recursos de la institución no son ilimitados, tenemos que priorizar para hacer antes que nada lo que es verdaderamente importante. Y en nuestra opinión, habiendo problemas tan básicos como con el agua caliente y las humedades en los colegios mayores y en la residencia universitaria, infraestructuras en un estado tan pésimo que en algunos sitios el techo se ha caído en la cabeza de nuestros estudiantes o centros que se inundan cada vez que llegan las lluvias; no podíamos comprometernos a poner por delante el acondicionar mejores despachos para algunos profesores. Incluso aunque entre ese «algunos» estuviera yo mismo.
Aunque creo que para todos los que somos parte de la ULL son evidentes estos problemas, antes de proseguir me parece conveniente incidir en que no es algo que me esté inventando. Una cosa positiva que han traído las elecciones a Rector es que ahora todos en gran medida conocemos las necesidades que tiene la institución. Esto es así porque hace ya varios meses que la Dirección de Infraestructuras solicitó a centros, servicios y departamentos que indicaran sus necesidades; cuya lista pudimos ver como era paseada durante la campaña, incluida entre las promesas electorales. De esta manera que todos deberíamos tener razonablemente claro que hay cosas urgentes y otras que simplemente no pueden esperar más.
Lamentablemente, advertida la obra que se está realizando en un espacio del edificio central y que no parece encajar en ninguna de las categorías anteriores, parece que esto no es igual de evidente para todos los implicados en la gestión de nuestra institución.
Obviamente, hablo de la nueva reforma del Vicerrectorado de Estudiantes, aparentemente con la única finalidad de acomodar el espacio de trabajo al gusto de quién lo va a ocupar. Si eso es así, en mi opinión, en la coyuntura económica actual, con tantas necesidades urgentes perfectamente constadas por la Dirección de Infraestructuras, sorprende la celeridad que se han dado para ejecutar estas obras basándose en una motivación meramente personal y superficial, en un espacio que será ocupado eventualmente y de forma transitoria por una misma persona. ¿O es que sería razonable que el que llegue dentro de 4 años a ocupar estos espacios hiciera exactamente lo mismo, si el estilo de la decoración no fuera de su gusto?
Dichas obras no solo están llamando la atención de la comunidad porque aparentemente no hubiera necesidad de hacerlas, sino también porque podrían haber dañado elementos del patrimonio institucional, que en su lugar deberían estar siendo cuidados y conservados. Tengamos en cuenta que hablamos de un espacio noble de una institución bicentenaria donde se han lijado los frisos, para barnizarlos o pintarlos, y se ha decidido retirar los armarios empotrados y el parqué de madera noble. Lo que en un futuro puede hacer muy difícil su recuperación. Así que es normal que me pregunte si realmente han estudiado bien las implicaciones de lo que están haciendo —aunque las prisas con las que han actuado no hacen presagiar nada bueno— y sobre todo ¿qué justificación tiene esta obra habiendo tantas necesidades urgentes en la casa?.
Aunque creo que no hace falta, no quiero terminar sin aclarar que esto obviamente no es una crítica a todo el equipo actual, que aún no ha tenido tiempo de calentar los asientos que ocupan. Si no a las personas que han promovido y autorizado por su cuenta estas actuaciones. Transparencia, eficiencia y eficacia son algunas de las cosas que esperamos de los gestores de nuestra institución. Sería bueno que se tomaran las medidas oportunas para que este tipo de cosas no sucedan.